El Amor, un Mini-Tratado – Parte 1 de 4

amor

Este es el primero de cuatro artículos en los que procuro acercarme, rescatando ideas accionables, al concepto del amor.

Introducción

Todos hemos experimentado algo a lo cual le hemos designado la palabra amor, y por lo mismo, concepciones de amor existen muchas.

Tradicionalmente se le ha categorizado como amor filial (hacia los hijos o seres al cuidado de uno), amor fraternal (hacia hermanos, familia, pares o personas de una misma comunidad), amor romántico o erótico (hacia una pareja) y amor universal (hacia un Todo o Fuerza Creadora).

Lo que todas estas clasificaciones tienen en común es que están suscritas a una relación (yo-otro), que conllevan una sensación de unión, y que implican una experiencia que podríamos considerar como placentera o positiva.

¿Quién no querría sentir amor, o sentirse completo?

Tal vez sea esta la principal razón por la cual su definición sea tan compleja: Si aceptamos que algo en nosotros busca activamente sentir amor, comulgar en algún grado y de alguna forma con esta emoción, podremos reconocer también que será muy tentador asumir, sin mayor validación, que cualquier sensación placentera relativa a un otro sea amor.

Algo en nosotros tratará de justificar o crear escenarios imaginarios en los cuales seguimos sintiendo “amor” (a pesar de que la realidad diste bastante de ello), o escenarios en los cuales luchamos, manipulamos o extorsionamos por “amor”. Esta tendencia hace que cualquier semilla de posible amor verdadero pueda ser rápidamente torcida y viciada por nuestras neurosis.

Para intentar describir a lo que me refiero con amor, en esta primera parte procuraré definir aquello que el amor no es, junto con las razones por las cuales nos confundimos al respecto.

Reconociendo Nuestra Situación

Desde el punto de vista de las enseñanzas Herméticas, la creación surge del impulso de Ser del TODO, donde, a través de un progresivo descenso de la vibración, se generan los planos espirituales, mentales y materiales. Esto corresponde a un proceso involutivo.

Consecuentemente, el proceso evolutivo equilibrante es aquel donde, desde el punto más lejano del centro (menos consciente y más dormido, más bajo en la escala de evolución, más identificado con la forma o lo material) se manifiesta un impulso de “regresar a casa”.

Es el anhelo de unión, aquello que busca “volver al centro”, aquello que nos llama a evolucionar mediante el desarrollo espiritual.

El amor es, en este escenario, una fuerza evolutiva, y, asimismo, sinónimo de consciencia.

Qué irónico que los seres humanos nos consideremos los seres más evolucionados de la Tierra (e incluso del Universo), cuando según este relato, seríamos justamente lo contrario.

E iniciamos nuestra búsqueda de amor desde este lugar, desde una virtual imposibilidad… ¡porque además estamos dormidos!, es decir, nos encontramos no-conscientes, con nuestra atención dispersa en las formas (físicas y mentales) de este plano, sin siquiera darnos cuenta de ello.

Consecuentemente gastamos una increíble cantidad de energía buscando algún tipo de unión, pero que rápidamente toma la forma de control, competencia, autonomía o pertenencia. Alternativamente nos arrancamos mediante distracciones de la sensación de separación.

En este proceso de búsqueda externa es que nos inventamos diversas identidades o personalidades; sofisticados roles que prometen entregarnos, aunque sea por un instante, una experiencia de aparente totalidad o unidad, aunque sean frágiles experiencias basadas en puro autoengaño.

La Búsqueda de la Felicidad

Muchas personalidades se sustentan a base de estos aparentes logros momentáneos, que en realidad ocurren solo cuando y si las circunstancias lo permiten.

A pesar de nuestra fulminante creencia de que estos momentos son creados por nosotros, en realidad solo suceden, como si estuviéramos a la deriva de las circunstancias (porque en realidad así estamos cuando estamos dormidos).

Es interesante que el “suceder” o “algo que sucede” en inglés se traduce como “happening” o “happens”, que es la raíz de la palabra “happiness” o “felicidad”.

Si la felicidad solo pasa aleatoriamente, podríamos inferir que, bajo esta mirada, la búsqueda de la felicidad es un ejercicio fútil.

Vamos de sucedáneo tras sucedáneo, como apostando que tal vez alguno de ellos pueda traernos un estado permanente de felicidad que no existe. Podemos gastar una vida (o varias) para darnos cuenta de que el dinero, el éxito o el poder no ejercen ninguna influencia sobre el experimentar o no la unión.

¿Por qué somos ciegos a esta farsa?

La Identificación

Aquello que no nos permite ver esta realidad es el estado de identificación al cual somos sometidos por nuestra misma naturaleza, por estar viviendo en el plano en el que vivimos. Ouspensky se refiere a la identificación de la siguiente forma: Todo absorbe al ser humano, y no puede separarse de la idea, del sentimiento o del objeto que lo ha absorto. Esto significa que en el estado de identificación el ser humano es incapaz de mirar imparcialmente al objeto de identificación.

En otras palabras, estamos dormidos sin darnos cuenta de que estamos dormidos.

¿Qué nos separa del amor?

Nosotros mismos.

Sin darnos cuenta nos enamoramos de nuestras propias historias secretas, ya no permitiendo que la vida, con todo lo que pueda traer, nos encante. Llegamos a confundir el amor con un sentimiento, o incluso con un deseo o una obsesión, cuando en realidad estas ilusiones son solo aspirinas para los egos.

Separados del Amor

La identificación en todas sus formas nos separa del amor.

Repetiré la frase anterior.

La identificación en todas sus formas nos separa del amor: la personalidad, las formas cristalizadas, las creencias y los ideales, el engaño o autoengaño, que nos vuelven rígidos, sordos al canto del momento y de lo contingente.

Pero esto no es algo por lo cual sentirse culpable, es simplemente nuestra naturaleza.

De hecho, irónicamente, pareciera ser que la única forma de descartar aquello que no es real es validándolo desde la experiencia. En otras palabras, el mundo está para ser explorado, vivir de lleno las hipótesis de vida, identificarnos con nuestros roles y nuestros objetivos, con nuestras relaciones e incluso con nuestro destino, para que, mediante la experimentación y estudio de estas formas externas, podamos validar internamente que son solo sucedáneos (o ilusiones, o falsedades), y podamos reconocer, eventualmente y con total claridad, la verdad detrás del ruido.

Este artículo continúa en una segunda parte.