La diferencia entre la Culpa y el Remordimiento

Culpa o remordimiento

¿Cuántas veces nos hemos encontrado mirando hacia el pasado, arrepintiéndonos de la forma que hemos actuado? ¿Cayendo otra vez en un mismo escenario ya tan conocido? Todos hemos sentido esta sensación… la sensación de culpa. Ya sea que nos hayamos prometido iniciar un nuevo hábito y pocos días después ni nos acordamos, o nos hayamos dejado llevar por un impulso al cual nos habíamos prometido sobreponernos, o cometido un acto que consideramos dañino.

La Culpa

La culpa es la sensación de reproche que nos acompaña mecánicamente luego de encontrarnos repitiendo patrones dañinos a nosotros mismos o a quienes nos rodean. Otra forma de llamarle es autocrítica.

Mediante la culpa le damos pie a las voces internas que nos enjuician. Nos permitimos ser duros con nosotros mismos, como después nos permitiremos enjuiciar y ser duros con otros.

Dándole espacio a esta emoción, acompañan otras emociones rápidamente: la frustración con uno mismo, el resentimiento si la culpa podemos depositarla en otro, el pesimismo o temor de que la situación volverá a pasar o nunca cambiará, la tan cómoda victimización que permite justificarnos sentirnos mal con nosotros mismos por sentirnos mal.

¿Pero qué pasaría si en estos momentos nos tenemos un poco de fe y comprensión amorosa? ¿Cómo sería ese ejercicio?

La Alternativa

Digamos que me logro observar en el momento en el que trato con agresión a una persona que quiero, podré observar una secuencia como la siguiente:

  • Primero, puedo sentir el orgullo no queriendo reconocer mi falta. Al darme cuenta, y recuperar mi atención, relajar la tensión, me puedo reconocer sosteniendo el orgullo. Con ello el orgullo se relaja. Se disuelve.
  • Segundo: Puedo sentir la culpa creciendo. La reconozco. Y recuerdo, me recuerdo: “esto puede ser distinto”.
  • Tercero: contextualizo. Ya me di cuenta de que siento culpa, eso es un buen paso. No es la primera vez, y no será la última. Me pregunto, ¿Cómo puedo usar esta situación para estar más atento, y que la próxima vez sea distinto?

Es en este último paso donde puedo convertir una emoción destructiva como la culpa en una intención constructiva como es el remordimiento.

Al recordar la situación que me ha generado la sensación de culpa, tal vez la siguiente vez sea distinto. Tal vez me reconozco sintiendo el orgullo antes de ser agresivo, tal vez me observo sintiendo mis expectativas hacia la otra persona, o mi impaciencia, y me digo a mí mismo: “¡Atento! Está situación ya la conoces”.

¿Puedo observar el desenlace de la misma situación, sentir mi impulso mecánico, y no ejercerlo?

Un Impulso para Crecer

Este recordar, este esfuerzo por limar las asperezas, y que lleva a conocernos mejor, es el remordimiento. Nos re-mordemos para recordarnos del dolor que causamos a otros y a nosotros mismos.

El remordimiento le da un uso al “error”. Convierte las emociones involucradas en un combustible que puede alimentar la consciencia, que obliga a tomar distancia de los sucesos, a observarlos imparcialmente, para luego, sin juicios, simplemente a hacerse cargo y seguir en el intento.

No se trata de justificar nuestros actuares dañinos diciendo “ah, es que soy así” o “ah, es que estoy evolución”, independiente de que ambas aseveraciones puedan tener un grado de verdad.

Se trata de reconocer lo anterior pero también de reconocer que hay algo que podemos hacer al respecto. Es hacerse cargo de la situación, al recordarse de que si tan solo fuéramos más atentos en el futuro en ese tipo de situación podemos ahorrar sufrimiento a uno mismo y a los demás.

A diferencia de la culpa, el remordimiento no es un pase libre, es un motor de crecimiento, ya que si aceptamos su invitación nos llevará a echar luz a procesos internos que en la actualidad pasan en banda y que por lo tanto se sostienen sin poder ser procesados.

Solo al enfrentarnos y contrastar aquello que funciona mecánicamente con una posibilidad distinta podremos encontrar una forma de expandir nuestra consciencia y crecer.