El Rol de la Fe en el Trabajo Personal

Los roles de la fe

Para contextualizar y sacar el mayor provecho del presente artículo te recomiendo leer previamente el artículo ¿Qué es la fe?.

La Fe en la Meditación

Cuando meditamos, nuestro objetivo inicial es recolectar nuestra atención y enfocarla en algo. Si has meditado alguna vez podrás haber reconocido que al hacer esto surge espontáneamente una sensación de tranquilidad y calma.

Con la práctica puedes llegar a reconocer incluso una sensación de certeza, fortaleza, gozo o ecuanimidad. Entonces, ¿porqué nos cuesta meditar? Si aún reconociendo sus beneficios instantáneos, ¿por qué simplemente no lo hacemos?

A pesar de nuestra decisión de hacerlo, no meditamos porque las emociones o pensamientos del momento no nos dejan hacerlo. Estamos tan invertidos en nosotros mismos, en la realidad aparente, que no nos recordamos de esa experiencia que se encuentra al otro lado.

No tenemos acceso a ella justamente por tener nuestra atención dispersa y tomada por las circunstancias de la experiencia cotidiana.

En el proceso de meditación, al focalizar nuestra atención, iremos voluntariamente cortando los lazos con las sensaciones, las emociones y los pensamientos. A pesar de no recordar qué hay al otro lado de esta acción. No podemos simplemente creer que sucederá algo, porque aquello que sucede no es una idea, es una experiencia que debe ser vivida, y que es increíble.

La energía, la voluntad para este movimiento nacen de la fe. De la noción de que hay algo al otro lado, independiente de que en este momento no nos lo podamos demostrar. ¡Y no nos lo podemos demostrar porque esto implicaría convencer al ego de que es bueno que tome un descanso!

El trabajo del ego es convencernos de que lo importante está en el pasado o en el futuro, mientras que la experiencia meditativa se centra en el presente.

Y es solo llegando a la otra orilla, habiendo experimentado un mayor grado de ausencia de ego (o disminución de su alcance), aunque sea por unos momentos, que conocemos la experiencia posible; la fe ha completado su labor.

Esta es la dinámica que practicamos en el laboratorio de la meditación, y que requiere ser llevado al diario vivir.

La Fe ante los Estados Emocionales

Así como entrenamos para recuperar nuestra atención en la meditación, podemos usar este mismo músculo para hacer lo mismo en el cotidiano. A esto le denomino “dar vuelta la página”.

¿Cómo funciona el ejercicio de dar vuelta la página?

Cada vez que notes que tu estado emocional está alterado procura darte cuenta de la emoción principal que está operando y juega a escucharla y luego a dejarla ir. Permítete volver a la actividad que estabas realizando sin verte influenciado por ella. Más tarde podrás volver a revisar la situación y chequear que no estás inhibiendo la emoción, sino que simplemente le estás dando un lugar proporcional y adecuado a la situación.

Para darse cuenta de que estamos alterados basta con observar la forma en que estamos hablando, la postura de nuestro cuerpo, los latidos del corazón, el tipo de respiración, los tipos de pensamientos que nos invaden, la proporcionalidad de nuestras reacciones, entre otras alternativas.

Una vez reconocido el estado y la emoción, para poder soltar (o dar vuelta la página), necesitamos tener fe. Nuestro ego (en la forma de orgullo) no querrá hacer esto. Tampoco lo podremos convencer con argumentos. Debemos hacer el movimiento interno de dejar ir, de rendirnos.

Esto es un poco más difícil que durante la meditación… da miedo, incluso terror, de estar teniendo que claudicar algo por dejar ir, por aceptar. Por esto se le llama un salto de fe. Es un salto al vacío cada vez. Y cada vez está bien. Uno sobrevive. Y esto fortalece la fe.

Recuerda que la fe no debe ser imaginada. Nace de la certeza de tu propia experiencia. La fe es certeza en la posibilidad de uno mismo.

La Fe en los Procesos de Crisis

En ciertos momentos de la vida nos encontraremos tan tomados por las circunstancias y nuestras reacciones que ya no es factible reconocer o aislar ni siquiera una emoción. Todo pareciera doler, irritar, dañar. Nuestro sistema se encuentra en estado de máxima alerta y nuestro funcionamiento normal se ve impedido. Esto es una crisis.

Este es otro peldaño en la escala de dificultad, porque junto con la crisis vienen otras emociones secundarias que dificultan aún más el proceso de ordenamiento interno o sanación: el pesimismo, la autocrítica, el resentimiento y la victimización, entre otras emociones, prosperan en estas circunstancias.

Los escollos para superar estos procesos son mayores, y por lo tanto los beneficios de hacerlo son también más grandes. En este sentido las crisis son celebrables porque son las que nos presentan con el mayor potencial de crecimiento, si sabemos cómo tomarlas.

¿Cómo podría agradecer el hecho de estar en crisis? Con fe. Conectando con la sabiduría interna que sabe que esto, al igual que las crisis anteriores, también va a pasar, a pesar de lo que tus emociones y pensamientos digan en el momento.

Lo repito una última vez: la fe no es ciega, no es dogma. Es la natural confianza sobre tu propia posibilidad.