La Paciencia, una Postura Apropiada

Paciencia

¿Qué hace que la paciencia sea necesaria?

¿No sería posible simplemente estar, sin procurar paciencia, en paz?

Para reconocer la importancia de la paciencia es de ayuda reconocer antes nuestra situación actual, y que como seres humanos, estamos sujetos a ciertas reglas de juego

La Naturaleza del Ser Humano

Si bien, existen otras fuerzas fundamentales que moldan nuestra experiencia, para efectos del entendimiento de la paciencia son dos conceptos que debemos considerar:

  1. La incomodidad ante la incomodidad.

¿Has notado que ante al menor estímulo negativo tendemos a replegarnos o huir de esa sensación? Si sentimos hambre, tendemos a comer; si sentimos ansiedad, tendemos a “dis-traernos” (alejarnos de nuestro centro) o “entre-tenernos” (sostenernos entre momentos, sin estar en el momento mismo); si sentimos miedo, tendemos a atacar o a huir; si sentimos agobio, tendemos a aislarnos.

Y así también existen combinaciones un poco más complejas, como, por ejemplo: si sentimos pena, tendemos a victimizarnos, lo que da pie a culpar a otros, lo que da pie a frustrarnos, lo que da pie a la violencia, etc. Casi que podríamos pensar que esta seguidilla de emociones es otra forma de entretenernos, otra forma de alejarnos de nosotros mismos, lo que me lleva al segundo punto:

  1. La tendencia a claudicar la atención.

Es parte de nuestra naturaleza que nuestra atención sea tomada por el menor pensamiento, la menor emoción o sensación. Basta con intentar estar concentrado (100% concentrado) en una sola cosa por más de un minuto para demostrar que lo anterior es cierto.

Algo en uno hace que esa atención se quiera ir, y que se quede “allá afuera”. Y es por supuesto “allá afuera”, es decir fuera de nosotros, donde se encuentran las causas del sufrimiento y de la incomodidad.

Bastan estas solas dos fuerzas para tenernos en un ciclo vicioso de no-estar-presentes, buscando algo que no existe “allá afuera”. He aquí la génesis de la impaciencia. Esta es nuestra realidad.

Antes que el pesimismo empiece a actuar, veamos qué podemos hacer al respecto.

El Cultivo de la Paciencia

Lo primero es reconocer lo escrito anteriormente: estamos destinados a tener que sostener sensaciones incómodas o dolorosas.

Si bien esto no se puede modificar, el reconocerlo tampoco significa que debamos perder la esperanza. Solo significa que estamos haciéndole frente a una realidad, asumiendo lo que es, y por lo tanto, al reconocerla, estamos mejor equipados para hacerle frente, con Fe en nuestra propia capacidad.

Tampoco significa que debamos sentirnos dañados, imperfectos o culpables por las “ex-periencias” que nos ocurren; ellas solo nos traen aquello que necesitamos para crecer, para hacernos “ex-pertos” en vivir. Solo nos basta acompañarnos en este camino con Comprensión Amorosa.

Lo segundo es dejar de huir de la experiencia.

Pregúntate: ¿Qué en este momento no es perfecto? Y encontrarás el camino hacia las comprensiones que te están esperando.

¿Es tan terrible simplemente aceptar aquello que en este momento estás sintiendo? ¿Qué se resiste a aceptar simplemente que estás sintiendo lo que estás sintiendo? No me refiero a aceptar la situación que te aqueja, sino solo a aceptar lo que se siente en este momento. ¿Qué juicio evita esa aceptación?

Lo tercero es reconocer que no morirás en el intento.

Me atrevo a decir que en la gran mayoría de los casos (si no en todos ellos), aquello que tememos no es la situación en sí, sino nuestra interpretación a ella y a nuestras imaginaciones. Tememos al “cómo me iré a sentir” si pasa aquello que imaginamos. Tememos a una situación que no ha ocurrido. Y este temor es tan grande que ¡pareciera que podríamos morir! (y esto puede ocurrir, pero no en el sentido figurado. Puedes leer sobre esto en el artículo sobre La Resurrección).

Ya sabrás, que este miedo a morir no se hará realidad, que no morirás solo por sentir algo; las emociones son en realidad inofensivas.

La Función de la Paciencia

El cultivo de la paciencia es también el cultivo de la aceptación. Cuando tomas conciencia de tu situación, te permites sentir lo que es (reconociendo que ello simplemente es, sin interpretaciones o dar rienda suelta a las imaginaciones) suceden varias cosas en simultáneo: el sufrimiento decrece o se relaja, una nueva energía es compartida con uno (que es la energía de la atención volviendo a su centro), y, a pesar de la incomodidad, se esclarece el camino a seguir.

Este esclarecimiento no puede presentarse si no estamos enfrentando voluntariamente y con coraje nuestra situación, permitiéndonos el momento, ¡aunque se tenga que repetir una y mil veces! El ejercicio siempre es el mismo. ¿Existe otra postura apropiada a esta realidad que no sea la paciencia?

En esta experiencia de esclarecimiento y discernimiento yace una profunda paz y realización. En otras palabras, el discernimiento que buscamos, la claridad sobre nuestra existencia, es una ciencia, y la paciencia, como dice Enrique Barros en “Ami, el niño de las estrellas”, es la ciencia de la Paz.