Aceptación, una Práctica Maestra

Aceptación

Una pregunta que me acompaña seguido, y que es una práctica en sí misma, es la siguiente: ¿Qué en este momento no puedo aceptar? ¿Qué en mi se resiste al momento presente? ¿Qué se resiste a la aceptación?.

Las respuestas a estas preguntas, o lo más cercano que podamos acercarnos a una respuesta, es aquello que nos separa de un estado de paz y ecuanimidad. Puede ser una situación puntual, o varias situaciones, una emoción o una incomodidad general, angustia, o simplemente nuestra mente entrampada en sí misma, o todo a la vez. Realmente no es tan relevante, ya que detrás de aquello, siempre y sin falta, se encuentra la paz.

Que el no poder acceder a un estado de paz en este momento no se convierta en otra forma de distanciarnos de ella. Podemos aceptarnos en este momento, tal y cual estamos, tal y como somos. ¿Existe ahora mismo otra opción? Recordemos siempre de tratarnos con cariño y paciencia.

De este análisis puede surgir un pensamiento del tipo: ¡No puedo aceptarlo todo!, ¡Debo reconocer mis errores!, u otro pensamiento que reconoce que ciertas situaciones no son aceptables, o que preferiríamos no repetir. Esto es cierto. Podemos aprender de nuestro pasado y existen ciertos límites que deben cuidarse y respetarse. Para lo primero está la práctica del remordimiento, para lo segundo está el orden.

Un Acercamiento al Orden

Podemos definir orden como la estructura que deben tomar distintos componentes para un funcionamiento adecuado; uno que permita estabilidad, continuidad y crecimiento.

Es el orden el que permite que las distintas moléculas se conformen en una célula, ya sea para dar vida a un microorganismo, o, cuando mediante un orden mayor se aglomeran varias células, para que puedan existir organismos más complejos.

La vida no podría ser sin orden.

El orden puede y debe existir en distintos niveles: a nivel de ambiente, a nivel físico, de relaciones, de roles y responsabilidades, etc. Orden es sinónimo de salud, lo cual requiere cuidado activo, un hacerse cargo de aquello de lo que toque hacerse cargo. A diferencia de aquello que pareciera a primera vista, la aceptación puede implicar o requerir acción decidida.

Asimismo, podemos identificar algunas formas de desorden: el evadir, el acaparar, el transgredir, el ser transgredidos, la escasez, entre otras. Si el orden es salud, entonces el desorden es causa de enfermedad.

La Subyugación

Un caso de particular interés por la posible confusión que se puede generar viene reflejado por el loable consejo de “dar la otra mejilla”.

Esta frase nos indica la posibilidad de conscientemente decidir la vulnerabilidad y la no violencia como práctica de voluntad, pero no la confundamos con convertirnos en el felpudo de otras voluntades personales. Debemos preguntarnos en estos casos: ¿Algún límite mío está siendo transgredido? ¿Hay algún grado de violencia en esta situación que estoy viviendo? Tal vez, sea esto lo que justamente debemos aceptar: reconocer que esto que he llamado “amor” o “paciencia” es en realidad una forma de subyugación, tal vez por miedo a estar solo, a la pérdida, o a lo que sea que a la mente se le ocurra imaginar.

A veces no se trata de aceptar una cachetada, sino de aceptar que no debo aceptarla, que merezco que se respeten ciertos límites.

La Aceptación del Pasado

Otra variante interesante tiene que ver con las decisiones o acciones ya realizadas.

En vez de justificarnos el sufrimiento, revisitar el pasado en busca de un acomode a nuestro ego, o torturarnos imaginándonos desenlaces distintos a los que ya han sido, ¿no podremos simplemente aceptar que lo que fue… fue?

Pareciera evidente que es la única opción lógica ¿no? Y aún así nos mantenemos rumiando en el pasado.

Para soltar, me ha servido indagar en cómo me sentí en ciertos momentos clave, y a través del estudio de esas sensaciones, plantearme un cambio en el futuro; esto es el remordimiento. Mediante este ejercicio es posible darle sentido al pasado, usarlo para crecer. Más allá de eso (y probablemente algunas razones prácticas), el pasado no tiene utilidad.

La Aceptación del Momento

La aceptación puede tomar una forma específica porque no es una actitud mecánica. Es una entidad viva, dinámica. La aceptación de cada momento no puede ser igual a otra porque cada momento es distinto y único. Procurarla es una práctica de las más simples y profundas.

Te propongo que te tomes algunos minutos en silencio para realizar pausadamente el siguiente ejercicio:

Colecta tu atención…

… siente el cuerpo…

… siente la respiración…

… nota tu estado físico, emocional y mental…

… percibe los sonidos, el ambiente…

… ¿puedes percibir el fluir de las energías en tu cuerpo? ¿el ir y venir de las emociones y pensamientos?…

… cualquier pensamiento que busque clasificar, describir, es solo algo más a observar…

… cualquier sensación de impaciencia, duda, frustración, es solo algo más a observar…

… mantén la atención abierta…

Nota que la atención puede quedar libre, no enfocándose en una sola cosa en particular sino simplemente disfrutando de lo que en ella cae. Esta observación sin juicio, sin búsqueda, sin control, esto es aceptar.

Aceptar es supeditarse a la realidad, a una voluntad por sobre la propia. Viene a la mente la frase de Jeanne de Salzmann: “Podemos ser o un esclavo inconsciente o un servidor consciente”. La diferencia está en la aceptación.